"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿OTRA REFORMA LABORAL? YA VAN CATORCE.

Si de algo adolece el mercado laboral español es de flexibilidad. Las numerosas reformas laborales han configurado la carta más variada de contratos a gusto de cada empresario con modalidades de despido y contratación múltiples.

"No se pierde la esperanza por haber entrado en el Infierno. Se entra en el Infierno por haber perdido la esperanza".
José Luis Pinillos.


Por enésima vez la zona euro se salva de la quema por una acción de las autoridades. Eso dicen. En este caso del Banco Central Europeo, en una acción coordinada con otros bancos centrales. Han pactado prestar conjuntamente a los bancos el dinero que necesiten y en la divisa que deseen. Evitarán así que tengan problemas para hacer frente a pagos. Pretenden además que, si pueden conseguir dinero más fácil, lo presten a las empresas y a las familias. Las bolsas subieron casi con euforia, como síntoma positivo, las primas de riesgo bajaron (se redujo el sobrecoste que debemos pagar en relación a lo que paga Alemania por pedir dinero prestado). Y se recuerda que a punto hemos estado de caer al abismo....de nuevo ¿No suena esta música? ¿No es la misma que se escucha cada poco tiempo? Y después vuelta a empezar.

En fin, con esa música de fondo, me detengo en otra cosa que también se escucha cada poco tiempo: la reforma laboral. No hay Gobernador del Banco de España que se precie, ni analista financiero (sí, sí financiero, no laboral) que no haya abogado reiteradas veces en su vida por una reforma laboral. Tampoco hay presidente del Gobierno, ni ministro de trabajo que no haya hecho alguna reforma laboral. He hecho repaso y me salen 14 reformas del Estatuto de los Trabajadores desde que se promulgó, en 1980. No sé si me dejo alguna. Y salvo algún caso, los cambios han ido en la misma dirección: reducir garantías al trabajador y dar mayor discrecionalidad al empresario. Es lo que se suele llamar “flexibilizar el mercado de trabajo”. Ahora se avecina otra más.

¿Cual es el fundamento de esa flexibilidad inalcanzada? Dicen sus partidarios que el mercado de trabajo español es rígido. Quieren decir que es difícil despedir y que por ello, los empresarios no se animan a contratar.
Veamos: España es el país de la Unión Europea donde se han despedido más trabajadores durante la crisis: entre 2007 y 2011 se han destruido 2.354.000 empleos. ¿No es un contrasentido decir que es más difícil despedir donde más se despide?
Pero al mismo tiempo, España es el país donde más se contrató durante la etapa de bonanza económica: entre 2003 y 2007 se crearon 3.051.000 puestos de trabajo. ¿No es un contrasentido decir que es difícil contratar donde más se contrata?

Las numerosas reformas laborales han configurado la carta más variada de contratos a gusto de cada empresario con modalidades de despido y contratación múltiples. ¿Esto es rigidez? Al contrario. Si de algo adolece el mercado laboral español es de flexibilidad.

Se puede argumentar: el despido es fácil, pero es caro. ¿Más caro que en otros sitios de Europa? Eso se dice, pero apenas se compara. Y cuando se compara se hace de forma falaz. Se toma, por ejemplo la modalidad con indemnización más cara de nuestros múltiples contratos, esto es, 45 días por año trabajado. No es correcto, porque todo el mundo sabe que se puede despedir mucho más barato. Tan barato como no pagar ni un céntimo para los contratos temporales, que tiene más del 30 por ciento de los trabajadores: basta con que termine el breve contrato y no renovarle. Al resto también se les puede pagar en muchas circunstancias bastante menos de 45 días. La ley lo facilita.

Las normas laborales de contratación, despido, negociación colectiva no hacen que se cree más, ni menos empleo. Es una falacia. En España rigen las mismas normas laborales en Andalucía que en Navarra. Sin embargo, en Andalucía el paro llega al 31 por ciento y en Navarra al 12 por ciento. La razón está en la actividad económica de cada zona: en Andalucía, por ejemplo pesa más la actividad de la construcción (la que más empleo ha perdido en la crisis). También el turismo (con una contratación muy inestable y muy sujeta a variaciones, como la estación del año o la situación económica de otros países cuyos ciudadanos vienen de vacaciones). O una agricultura de grandes fincas que necesitan mano de obra sólo cuando se recoge la uva o la aceituna.

Navarra en cambio tiene mucha industria, que es más estable, pese a los embates de la crisis. Tiene menos turismo. Y tenía menos construcción cuando esta se hundió. Es decir, la composición de su economía se acerca algo a ese ideal que se buscaba, aunque sin mucho afán, cuando se hablaba de un cambio de modelo.

Es precisamente ese modelo económico de rápido crecimiento basado en la construcción y en el turismo el que creó puestos de trabajo inestables en los años buenos y los destruye en los años crisis.

Escucharemos en los próximos días una propuesta imaginativa: el contrato único. Con una indemnización que iría a más según pasaran los años, pero siempre más baja que la actual. Como lógicamente se mantendrían los derechos de los contratos actuales, sería un nuevo contrato a añadir a la lista: de único nada. Otra forma rebuscada de abaratar el despido.

La reforma laboral no se queda ahí. Pretende más cosas: reducir la capacidad de negociar los salarios de forma colectiva en las empresas pequeñas y medianas. La consecuencia será que tendrán menores salarios. Sin embargo, en España ha regido la moderación salarial en los últimos tiempos. Desde que comenzó la crisis, la suma de todos los sueldos ha crecido el 2,5 por ciento. Las ganancias de las empresas casi el 11 por ciento.

El empleo lo crea la actividad económica: un empresario contratará si tiene expectativa de hacer negocio. Y sólo habrá negocio si se consume y se invierte. ¿Alguien piensa que escuchando un día sí y otro también algo que no entiende, pero que se resume en “esto se hunde”, el ciudadano va a consumir? Eso si no está en paro él o alguien de su familia. ¿Alguien cree que un empresario va a invertir si el banco no le presta dinero? ¿Y sabe además que el consumidor no le va a comprar?

¿Cómo salir de este círculo? Hace mucho que se inventó la fórmula: es el Estado el que debe gastar lo que el ciudadano y el empresario no gastan. Se rompería así la inercia a la depresión. No lo cuento para aportar alternativas que no he inventado, sino para aclarar que existen.

Para terminar: escuchaba hoy por la Cadena SER al presidente de una caja, La Kutxa, que anunciaba el topicazo de “la tormenta perfecta”. Una expresión que en economía no significa nada en concreto, pero que suena a fin del mundo. Y añadía que la duda ahora es si se salvará alguien. No sé si se refería a su sector. Pero me sonaba a algo así como a un incendio en un local público abarrotado. Alguien gritó ¡fuego! Hubo incontables víctimas. Ninguna abrasada por las llamas. Todos los muertos lo fueron por aplastamiento.

3 comentarios:

  1. Muy bueno. Como digo yo -citándome a mi misma-, la crisis terminará cuando dejemos de quejarnos.

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  2. Muy bien, Emilio, das en el clavo, como siempre.Me ha gustado eso de que las ganancias de las empresas han cuadruplicado el crecimiento de los sueldos. Así que, quejarse es rentable. ¡Pobres empresarios! o, como dijera Atahualpa "pobrecito mi patrón"...

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  3. Hablar claro es lo más importante y tú lo haces. Dicho esto, paso a compartir este artículo en todos los lados.

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