"El secreto de ser aburrido es decirlo todo"

Voltaire.

miércoles, 18 de julio de 2012

TÍTULO PARA UN DECRETO


El principio neoliberal de la austeridad y el ajuste no logra impulsar la economía. La razón es simple. Los ciudadanos que deben pagar la crisis son al mismo tiempo los consumidores que dan de comer a las empresas y los contribuyentes que alimentan el Estado.


...los juicios éticos muestran una fuerte tendencia a adecuarse a lo que a los ciudadanos influyentes les resulta agradable creer”.
John Kenneth Galbraith Historia de la economía

El Pleno del Congreso de los Diputados del 11 de junio completó un círculo que empezó a trazarse sólo un mes y dos días antes, el sábado del rescate. La rúbrica quedó plasmada el pasado sábado en el Boletín Oficial del Estado. Si cada decreto-ley estuviese encabezado con un título que de verdad resumiese el contenido del mismo, el del sábado no sería “Real Decreto-ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad”. Yo, como periodista hubiera empleado la frase más definitoria del pleno del Congreso de los Diputados que presenció el ajuste: “Que se jodan”. No trato con ello de unirme a clamor de reprobación por la escandalosa frase de la diputada del PP, Andrea Fabra. Cada uno es libre de mostrar en público lo más indigno de sí mismo. Recurro a esas tres palabras porque encierran de la forma más concisa el sentido político y sobre todo económico de lo que estamos viviendo.

De lo que se trata es de resolver de una vez por todas el debate de quién paga la crisis, si los poseedores de las riquezas propias y al mismo tiempo administradores de las riquezas ajenas o los asalariados, pequeños empresarios y autónomos. Ni que decir tiene que esa tres palabras dejan claro que lo tienen que pagar estos últimos.

Es el sentido final de los ajustes y más ajustes que se vienen imponiendo paulatinamente a Europa desde mayo de 2010.

Durante 30 años el mundo económico y político ha estado gobernado por lo que se llaman principios neoliberales, tanto es así que adquirieron el nombre de “pensamiento único”. Accedieron al poder con la llamada “Revolución Conservadora”. ¿En qué consistió? Básicamente en el desprecio al Estado como impulsor y regulador de la actividad económica. Un Estado fuerte que recaudaba muchos impuestos, pero progresivos, esto es, debían pagar más los que más ganaban, para equilibrar la riqueza y conseguir dinero con el que mantener el Estado de Bienestar. Un Estado que regulaba y limitaba las operaciones financieras, porque en la crisis de 1929, que arruinó al mundo, se había demostrado que sin esa regulación estricta se caía en la especulación incontrolada.

El neoliberalismo pasó a ocupar todos los puestos del poder público, todos los centros de investigación y análisis económico. Y la mayoría de los puestos del mundo intelectual. De ahí la expresión “pensamiento único”. Se educó a la población con esos principios con el mismo ahínco con el que la Iglesia convirtió a pueblos enteros a su credo. Se arrinconaron las formas anteriores de gobernar la economía pública. Hasta la socialdemocracia aceptó como inevitable esa nueva forma de entender la vida económica, opuesta radicalmente a sus principios. Sólo a cambio de que se mantuviera el Estado de Bienestar.

El neoliberalismo aportó un truco. La operaciones financieras, llevadas al máximo de la especulación, podían hacer que el dinero se multiplicase como el alimento en el milagro de los panes y los peces. Producir más, la base de toda riqueza, no era suficiente. La compra-venta incesante de acciones en bolsa, de títulos de deuda, incluso de títulos de petróleo o alimentos, sin que tuvieran detrás petróleo, ni alimentos, multiplicaron esa riqueza especulativa, de la que se enriquecieron muchos. Es lo que se llama financiarización de la economía. Con ser injusto y peligroso, eso no fue lo más grave. Lo peor es que se ofreció a empresas y ciudadanos ese dinero como préstamo para que gastaran. Dinero conseguido “milagrosamente” de la especulación. El bienestar social ya no se basaba en la redistribución de la riqueza por el Estado. Este comenzó a recortar impuestos, que aportaban proporcionalmente más los ricos. Fueron por tanto, los que más ganaban los que se beneficiaron. En España esto llegó más tarde, como casi todo, pero llegó. Todo esto saltó por los aires cuando se hizo insostenible esa forma tan “ingeniosa” de inventar la riqueza. El resto es sobradamente conocido.

Ahora tras el desconcierto la receta es recomponer la situación a favor de los poseedores de las riquezas propias y administradores de las riquezas ajenas. Si se hacen sacrificios se restablecerá el orden...económico. Para ello, “no queda otro remedio” que recortar el Estado de Bienestar y los derechos que han contribuido a un cierto equilibrio entre ricos y asalariados.

Repasemos como encajan las últimas medidas de ajuste en esta recomposición.

La subida del IVA. El impuesto que las autoridades europeas aconsejan, o mejor, imponen que se aplique. Se trata del impuesto más regresivo. Es decir pagan menos los que más tienen y pagan más los que menos tienen. Veamos un ejemplo. Dos personas. Una gana 3.000 euros al mes. Otra 1.000. Las dos van a una tienda y compran cada una un ordenador, por el que pagan 500 euros. Además, cada una deberá abonar un IVA de 105 euros. La primera, la que gana 3.000 euros, habrá tributado el 3,5 por ciento de su salario. La segunda, la que gana tan sólo 1.000 euros, tributará en cambio el 10,5 por ciento. El más pobre habrá abonado tres veces más de impuesto que el rico en relación a su capacidad de pago.

Los recortes en la prestación por desempleo. Un argumento neoliberal es que si el parado recibe una escasa ayuda o incluso no la recibe, se animará más a buscar empleo. Desconozco cual es la disposición anímica de cada parado en tales circunstancias, supongo que no muy elevada. Pero la falacia es fácilmente desmontable. En España hay un millón setecientos mil parados que no reciben prestación alguna. Y eso no evita que el paro siga aumentando.

Rebaja de sueldo y aumento de horas a los empleados públicos. Se argumenta que su productividad es baja, sin embargo, en nuestro país hay un empleado público por cada 16 personas. En Alemania, espejo de todos los espejos, un empleado público lo es por cada 13, algo parecido a Estados Unidos. Eso significa que aquí su productividad es mayor.

Son sólo algunos ejemplos del último envite. Y volvemos al comienzo. El principio neoliberal de la multiplicación de los panes y los peces por la vía de la especulación impulsó el crecimiento, pero lo hizo de forma ficticia. Ahora, el principio neoliberal de la austeridad y el ajuste ni siquiera logra ese impulso. La razón es simple. Los ciudadanos que deben pagar la crisis son al mismo tiempo los consumidores que dan de comer a las empresas y los contribuyentes que alimentan el Estado.