Lo que ha caracterizado esta
legislatura es el intento de aprovechar la crisis para cambiar el modelo de
relaciones económicas y sociales, por otro a la medida de los más ricos. Creo
además que en gran parte se ha conseguido. Un cambio radical, y sin pacto con
los ciudadanos, del modelo que nos habíamos dado.
“deja que la mentira te alucine y te extravíe con
sus ilusiones y hechizos, y habrás caído en mi poder sin condición alguna”.
Mefistófeles. Fausto. Goethe.
No hace mucho escuché a Jordi
Sevilla, el principal asesor económico del secretario general del PSOE,
describir los cuatro años de gobierno de Rajoy como “una legislatura para olvidar”. Lo hacía para descalificar la política
económica aplicada por el PP. Pero a mí me sirve para exponer un argumento.
Desde luego la legislatura del gobierno
de Rajoy no es para olvidar, sino todo lo contrario.
Podría haberse tratado de una
legislatura con políticas erráticas, que empeorasen la situación económica o de
una acción de gobierno simplemente equivocada. Las autoridades podían haberse
mostrado incapaces. O tomado decisiones duras o injustas para el ciudadano.
Esos serían ingredientes que harían de una legislatura algo para olvidar.
La verdad es que de todo eso ha
habido, pero no es eso lo que ha
caracterizado la actuación económica del Gobierno de Rajoy. Es algo más
preocupante. Lo que ha caracterizado la
legislatura del PP es el intento de aprovechar la crisis para cambiar el modelo
de relaciones económicas y sociales vigente hasta hace poco. Creo además que en gran medida lo ha conseguido.
Lo ha cambiado por otro a la medida del ideario de una parte, y no la más
numerosa, de la sociedad. La que integra a los más favorecidos, a los más
ricos.
Toda sociedad se debate en un
conjunto de intereses contrapuestos. Y si la observamos con cierta perspectiva,
podemos agrupar esos intereses en lo económico, de una parte, en los de los afortunados y poderosos, y, de otra en los que dependen
únicamente de su trabajo para salir adelante. Una
sociedad moderna y democrática se caracteriza no simplemente por el derecho a
votar cada cierto tiempo, sino porque se construye mediante un pacto entre esas
dos partes con intereses contrapuestos.
Las crisis económicas, tan demoledoras
como la que se desató a partir de 2008, ponen en tensión a las sociedades y
suelen conllevar un cambio profundo de las relaciones económicas y sociales.
Estos cambios, inevitables y necesarios,
pueden hacerse mediante un nuevo pacto integrador o mediante la
imposición de una parte sobre la otra. Esto último es lo que ha significado la
presente legislatura.
Sin remedio nos hemos encontrado con otro modelo que nadie anunció. Hay que
recordar que lo hecho por Rajoy y su Gobierno fue ocultado en la campaña
electoral de 2011. Por eso, no es accesorio el que, como el mismo Rajoy reconoció,
no haya cumplido su programa. O mejor, que haya aplicado un programa que ocultó
a los electores.
Se dice que es una práctica
habitual incumplir los programas. Esto es censurable. Pero la gravedad es mucho
menor, cuando la política aplicada en lugar del programa no cambia el modelo económico y social, no
altera el pacto. Basta con castigar a ese partido cuando llegan a las
elecciones, olvidar su acción de gobierno tramposa y aplicar otra. Aquí no ha ocurrido eso, sino un cambio
radical, y sin pacto con los ciudadanos, del modelo que nos habíamos dado.
Podemos también descender a
resultados más tangibles. A comprobar la
eficacia de esa acción de gobierno.
Desde dos puntos de vista.
El primero ¿han sido
eficaces las medidas adoptadas? Para los que querían un mundo laboral donde
poner a un trabajador en la calle costara mucho menos o para los que deseaban
solventar los problemas empresariales por la simple vía de pagar menos a los
trabajadores, las medidas han sido muy eficaces. Para los que aspiraban a hacerse por “cuatro
perras” con una parte importante de las cajas de ahorros saneadas con el dinero
de los ciudadanos, han sido más eficaces si cabe. O para los que no quieren que
con sus impuestos se gaste bastante en la sanidad de todos y en la educación de
todos, las medidas también han sido muy
eficaces. Desde que se restauró la
democracia nunca se han visto en otra.
Pero hay otro punto de vista. ¿El abaratamiento del despido es eficaz? Desde luego no lo es para
los 15 millones de asalariados. Pero
tampoco lo es para los que están en paro, muchos de los cuales viven
precisamente de la indemnización que cobraron, ellos o sus padres. Tampoco
lo es para los autónomos, que se ganan
la vida vendiendo o prestando sus servicios a los asalariados, que dependen de
su sueldo…y de su indemnización como sistema de salvaguarda. Ni siquiera es
eficaz para el banco que prestó dinero a un asalariado. Bien mirado, para el
banco, el derecho del trabajador a
cobrar una indemnización, es un aval de la recuperación del crédito, probablemente la
mayor de las garantías crediticias que tienen los bancos entre sus clientes de
a pie.
Y podemos seguir. ¿Es eficaz bajar los salarios? Para el
empresario que los baja, es posible. Pero para el empresario de enfrente, que
vende o presta un servicio al asalariado que ha visto reducir su nómina no lo
es. Los argumentos simplistas y cortoplacistas sobre bajadas de salarios,
congelación de pensiones, reducción de gastos públicos no tienen en cuenta que lo que uno no gasta es lo que otro no
ingresa. Y una reducción de los salarios provoca una reducción del gasto o un endeudamiento
del asalariado para gastar. Ese es
el efecto que causa la política de austeridad.
Se argumenta que las bajadas de
los salarios lo son para ganar competitividad frente al exterior. Pero no se
dice que sólo el 32 por ciento de lo que
se produce en España se vende a los de fuera, ya sean productos o servicios
como el turismo. Además, esa bajada, si
es completa debería ir acompañada de una bajada también de lo que ganan las
empresas, que es otra parte de lo que cuesta producir un bien o prestar un
servicio. Y se da la circunstancia de
que, en los cuatro últimos años, el conjunto de los salarios ha registrado
una bajada del 7 por ciento, mientras que el conjunto de las ganancias
empresariales ha registrado una subida del uno.
Vamos más al detalle. Al debate sobre la mejora de la economía.
Para ello se compara cuanto crece ahora la economía española: ese 3,4 por ciento, frente al mismo trimestre de 2011, cuando caía el 1,2 por ciento. Es la
forma en que se presenta el asunto. Pero
lo cierto es que el PIB, la actividad
económica entonces, era mayor que ahora. ¿Por qué sube pues tanto la
economía? Pues porque se compara con un nivel muy bajo, el del año pasado. Lo mismo ocurre con otros datos económicos. ¿Por qué ahora no se destruye empleo o,
cuando ocurre, no se destruye tanto como antes? Pues porque no se puede
destruir el empleo que ya no existe, simplemente.
La actividad económica es acumulativa, como casi todo en la vida. Cuando
alguien carece de lo necesario, pongamos por caso, durante un mes, su vida se
deteriora. Cuando lleva así tres años, el deterioro es 36 veces mayor. Y si
durante un mes vuelve a disponer de algo, su vida no vuelve al punto inicial,
sino que el deterioro será todavía 35 veces mayor que cuando fue privado de lo
que necesitaba.
Todas estas cosas explican también
la diferente percepción que tiene la mayoría de la gente respecto al mensaje
que machaconamente transmiten Rajoy y su equipo.
En fin, para no olvidar.
Pues a ver si no lo olvida nadie el 20 D. Y a ver si la gente no se deja embaucar por los cantos de sirena de "marcas blancas" que tienen los mismos "gurús" de la economía que don Rajoy de Moncloa...
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