Los países que ha sufrido un rescate
han visto como su crédito financiero, es decir, la capacidad para
conseguir dinero, no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado
hasta límites todavía incalculables.
“Piensan
que es la muerte algunos;
otros,
viendo su rigor,
le
llaman el día del juicio,
pues
es total perdición.”
Francisco de
Quevedo.
Romance
satírico.
El
rescate financiero de un país necesitado de dinero no debería a
priori suponer el hundimiento de éste. Antes al contrario. El
objetivo teórico es evitar que se venga abajo y recuperar su
crédito. Es decir, que pueda pagar con normalidad y que le puedan
prestar con normalidad. Sin embargo la forma de abordar los rescates
en la Zona Euro ha provocado algo distinto.
Los cuatro países que ha sufrido un rescate han visto como su
crédito financiero, es decir, la capacidad para conseguir dinero, no
sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado hasta límites todavía
incalculables.
Hagamos
un repaso. Comprobemos la prima de riesgo de cada uno. Es la
diferencia entre el interés de su deuda a 10 años y la de Alemania,
el más solvente, para los que prestan dinero a los países. Grecia:
antes de ser rescatada, el 3 de mayo de 2010, tenía una prima de
riesgo de 693 puntos. Significa que el interés de sus bonos a 10
años era 6,93 puntos mayor que el de Alemania. Su deuda nunca había
llegado a tanto. Dos años más tarde, en marzo de 2012, la prima de
riesgo griega llegó a los 3.476 puntos. Irlanda:
fue el segundo país en pasar por el trago del rescate. Lo hizo el 21
de noviembre de 2010. Entonces su prima de riesgo había llegado a
niveles considerados escandalosos. Se situaba en 525 puntos. Siete
meses después había subido hasta 1.058 puntos. A Portugal
le llegó la hora, o mejor, como los demás, optó por someterse al
remedio del rescate, el 16 de mayo de 2011. Su prima de riesgo le
castigaba como nunca: estaba en 659 puntos. Ocho meses más tarde
había escalado hasta los 1.560 puntos.
España
fue urgida para que también pidiese el rescate. En esa ocasión
debía obtener dinero para sanear sus bancos. Fue el 9 de junio de
este año. La prima de riesgo estaba en 489 puntos. Esa misma tarde
el ministro de Economía, Luis de Guindos, tras aprobarse el rescate,
vaticinó que los mercados relajarían su presión sobre España.
Ocurrió, como en casos anteriores, justo lo contrario. Era un
sábado. El lunes nada más abrir los mercados la prima de riesgo
inició su escalada y mes y medio después alcanzaba los 638 puntos.
En
todos los casos la disparatada prima de riesgo se moderó algo este
año, pero siguen estando en niveles muy superiores al rescate. Sólo
España, de quien se da por seguro que lo pedirá en breve para toda
su economía, se sitúa por debajo del nivel que tenía antes.
Estas
son consecuencias
financieras de los rescates.
Los gobernantes, los economistas, los directivos empresariales, los
mismos que defendían el modelo de superendeudamiento de empresas y
familias que llevaron a la catástrofe, argumentan que los rescates,
y los ajustes que conllevan, serán inevitablemente dolorosos para la
población, pero necesarios para que los mercados no nos castiguen.
Pero los hechos les desmienten. Cada
rescate ha llevado consigo un mayor castigo de los mercados.
En
síntesis, los rescates han ocasionado, por imposición
de los que mandan en la Unión Europea:
Fuertes
recortes de gasto,
en la mayoría de los casos gasto social, y subidas de impuestos a
los ciudadanos, en especial indirectos como el IVA, que castiga más
al que menos gana, lo que deja desasistidos a muchos ciudadanos y les
impide o desanima a consumir.
El
efecto de estos ajustes, la
llamada austeridad, ha provocado un descenso de la actividad
económica.
Esta caída tiene dos consecuencias negativas para hacer frente al
sobreendeudamiento. Primera,
los menores ingresos de los ciudadanos conllevan menos ingresos del
Estado y éste tiene más problemas para pagar los intereses. Y
segunda,
el menor crecimiento
de la actividad hace que por sí sola la deuda aumente, en lugar de
disminuirse o congelarse con el paso del tiempo.
Este fenómeno es muy simple. Si alguien tiene una deuda de 50.000
euros y gana 50.000 euros al año, tendrá un nivel de endeudamiento
del 100 por 100 de su renta. Si al año siguiente aumentan sus
ingresos a 55.000 euros, su endeudamiento se habrá reducido al 91
por 100 de su renta. Con el paso del tiempo, esa deuda será mucho
menor en relación con lo que gana y por tanto fácilmente
soportable. Si por el contrario al año siguiente ve reducidos sus
ingresos a 45.000 euros, su endeudamiento habrá aumentado al 111 por
100 de su renta.
Pero
los rescates han ocasionado también un efecto perverso en los
mercados.
Como antes decía, han elevado el coste de la deuda a los que se han
sometido al mismo. Grecia, Irlanda y Portugal apenas pueden pedir
dinero prestado emitiendo deuda pública, por lo que parecería que
eso no va con ellos. Pero no es así. El aumento de los intereses de
su deuda lo es también para las empresas o los bancos de su país,
que padecen igualmente ese castigo.
En
España el rescate sería diferente.
Ahora se trata sólo de pedir al MEDE, el fondo europeo de rescate,
una línea de crédito para la deuda pública española. No hay ni
que gastar ese dinero. Se trata de una formalidad. En
realidad se pediría porque es la condición que pone el Banco
Central Europeo para que éste se decida a comprar bonos españoles a
tres años.
Conseguiría así que baje su interés y aliviaría los agobios de
España. Pero hay condiciones. La primera no hay ni que imponerla, ya
está impuesta: España debe cumplir a toda costa su objetivo de que
este año el déficit público no sobrepase el 6,3 por ciento del
Producto Interior Bruto y el que viene el 4,5 por ciento. Sin embargo
todo el mundo sospecha que no lo va a conseguir. Tanto ajuste ha
provocado una caída de la recaudación que puede hacerlo imposible.
¿Que ocurriría si
España pide el rescate y no cumple con la rebaja del déficit? Pues
el Banco Central Europeo lo deja muy claro: no compraría bonos
españoles y la prima de riesgo podría dispararse. El Doctor Rescate
habría completado su tratamiento como Doctor Muerte. Lo
explicaba muy bien Xavier Vidal-Folch en un artículo en El País.
El
Gobierno ha dado ya pruebas suficientes de su capacidad para empeorar
las cosas más de lo que están. Pero un paso así podría consumar
todos sus despropósitos. Posiblemente lo sabe. De ahí que su
indecisión esta vez, y sin que sirva de precedente, tenga una
explicación.
El dilema es que si un país cumple con las condiciones de reducción del déficit, ¿por qué debería ser rescatado? si cumple con los objetivos de déficit y deuda, será por qué tiene capacidad para hacer frente a sus desafíos financieros por si solo, ¿no?
ResponderEliminarEso sería en un mercado que funcionase adecuadamente. Pero los mercados financieros no funcionan así. Se trata de mercados altamente especulativos.
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