La labor de las agencias de
calificación no consiste simplemente valorar la solvencia de un
país. Para la especulación son muy necesarias sus valoraciones,
incluso sus comentarios o análisis.
“En
realidad, los pronósticos son intrínsecamente poco fiables. Si no
lo fueran, sus responsables jamás los transmitirían al público”.
John
Kenneth Galbraith.
Historia
de la Economía
Las
cosas que tiene la vida. A las pocas horas de que el Gobierno hiciese
público el contenido básico de la próxima ley de estabilidad
presupuestaria, para controlar el gasto y contener el déficit, la
agencia Standard and Poors, dedicada a calificar la solvencia
financiera, anunciaba una rebaja masiva de las notas que pone a los
países de la zona euro. Se libraron Alemania, Luxemburgo, Holanda y Finlandia.
España
fue de las que sufrió mayor rebaja. Esto indica que hacer continuos
esfuerzos para recortar el gasto no sirve de gran cosa. O que las
agencias que califican el riesgo “van a su bola”. Estas
agencias son algo así como las tasadoras de los títulos de deuda
que emiten los Estados, los bancos o las empresas, para conseguir
dinero prestado. Su propósito inicial es decirle a los posibles
compradores de esos títulos, por ejemplo, bancos o fondos de
inversión, qué solvencia tiene el que emite los títulos, el que
pide el dinero prestado. Es decir, la garantía de que le pagará
puntualmente los intereses y sobre todo que le devolverá el dinero
prestado, cuando venza el título: un bono, una letra o lo que sea.
Son sólo tres agencias en el mundo. Son norteamericanas y es bien
conocido que en esta época de crisis suscitan a la vez el odio de
los ciudadanos, que no entienden bien que hacen aparte de
atemorizarles, y el miedo de las autoridades.
En
principio, si una agencia dice que un Estado al emitir deuda es menos solvente que
antes, provocará que tenga más dificultades en
conseguir dinero prestado emitiendo, por ejemplo bonos, y sobre todo
que el interés que tenga que pagar sea más elevado. Pero esta es
una formulación teórica. Las cosas no suceden exactamente así.
Resulta que gran parte de los compradores de esos bonos no los
adquieren con el deseo de quedárselos y cobrar el interés que le
corresponda. Una parte importante de estos bonos se adquieren para
comerciar con ellos, para venderlos después por un precio más
elevado o incluso para provocar su bajada de precio, mediante ventas
masivas, y recomprarlos después de forma masiva provocado su subida.
Es decir, se adquieren para especular. No utilizo aquí el
termino especular con el fin de insultar a los especuladores. Es
sencillamente la denominación correcta de esa práctica. Sin
embargo, en el mundo de las finanzas o en el periodismo económico,
nunca se le denomina así. Se utiliza el eufemismo inversión.
Es
por esto, por lo que la labor de las agencias de calificación no
consiste simplemente en valorar la solvencia de un país. En el
mercado se están comprando y vendiendo continuamente títulos de
deuda. El negocio consiste en venderlos a un precio diferente al que
se compró. Para ello se necesitan noticias, valoraciones de
analistas, expectativas sobre la economía, se cumplan luego o no,
que justifiquen el vender o comprar títulos a diferente precio, es
decir que ayuden a especular. Y sobre todo que son muy
necesarias para la especulación las valoraciones, incluso los
comentarios o análisis que hacen la agencias de calificación de
riesgos. Sólo así se explica
que esos títulos estén cambiado de precio
en el mercado numerosas veces al día . La realidad que está detrás de esos títulos, es
decir, los países que los emiten y sus economías, no están
cambiando numerosas veces al día de situación.
Esto
es grave, porque se trata de una juego de casino altamente
sofisticado y se ha convertido en la forma más extendida de ganar
dinero. Todas operaciones de compraventa de títulos financieros, ya
sean acciones, deuda publica o privada, opciones de compra de esos
títulos, y una larga lista cosas semejantes, suman en España tres
veces el Producto Interior Bruto.
Es decir, en esas operaciones se mueve tres veces más dinero que todo
lo que produce el país en un año. No es de extrañar, por
exorbitante que perezca, si tenemos en cuenta que una acción o un
bono del Tesoro, puede cambiar numerosas veces de propietario en una
una sola mañana.
Pero
hay algo aun más grave. Los precios que se establecen en
el mercado al comprar y vender bonos del Tesoro determinarán el
precio al que el Tesoro tendrá que sacar los nuevos bonos.
Es lógico. Si un bono valía 1000 euros y recibía 40 euros al año,
significaba que tenía el 4 por ciento de interés. Si ese bono se
vende más barato en el mercado, a 800 euros, seguirá recibiendo 40
euros anuales, pero entonces el interés ya no será del 4 por
ciento. Habrá subido al 5 por ciento. Así, la próxima vez que el
Estado emita bonos deberá sacarlos al interés que dan ahora los
antiguos, el 5 por ciento. En resumen, es el mercado
especulativo el que contribuye a encarecer las deuda del Estado, la
que soportan todos los ciudadanos.
Estos
son los mecanismo a los que se supedita la economía. Se
realizan recortes y subidas de impuestos, que afectan a los
ciudadanos y dificultan el crecimiento económico, simplemente para
que los que compran y venden en el mercado no contribuyan a encarecer
los títulos de la deuda del Estado. Es una carrera angustiosa y
absurda, pero ahí sigue.
Emilio: Buen artículo, un par de detalles: S&P y Moody's son americanas, pero Fitch es de capital francés (aunque es la tercera y a mucha distancia de las otras dos).
ResponderEliminarLa mayor parte de la deuda la compran inversores finales, pero los que especulan son los determinan los precios (llámese prima de riesgo o intereses...), porque son los que están intercambiando los títulos.
Una última cuestión, ¿hay intereses cruzados entre inversores-especualadores y agencias?
No esa que haya intereses cruzados, que puede haberlos también. Es que los intereses son los mismos: contribuir al enriquecimiento mediante la compra y venta de títulos a precios diferentes a los que se adquirieron. Eso, de forma sistemática y organizada es lo que se llama especulación.
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